Hoy he quedado con Pablo. Es sábado por la
mañana y me he propuesto sacarlo del bucle en el que anda metido, de la tele a
casa y de casa a la tele. Trabaja en la segunda edición de la Sexta noticias y
con la actualidad que tenemos últimamente, no tiene mucho tiempo para
desconectar, vivimos tiempos inciertos, no, no estamos a punto de entrar en una
batalla entre los defensores de Dumbledore y Voldemort pero vuelve a haber
elecciones y en el informativo de las 20 H. se dan al 100 por 100 para que todo
salga “al pelo”.
Me he enterado de que le encanta el café así
que le llevo un buen termo y he comprado un recopilatorio de AC/DC, que sé que
le gusta. Le he dicho que coja un bañador y una toalla y que se deje llevar. Es
temprano, paso por su casa a recogerlo y nos vamos hacia el valle del Jerte en
Cáceres. Por el camino, al mirar el paisaje, me cuenta que le recuerda a su
niñez, a la libertad que tenía en su pueblo cuando era pequeño, esos juegos con
los amigos en los que la imaginación se adueña de ti y construyes lugares
secretos donde te crees que nadie te ve pero que todos saben que estás ahí… “cosas de niños”.
Paramos a desayunar y, cómo no, nuestra charla
aterriza en África, el continente olvidado, la gran mancha en la conciencia de
occidente, aunque aquí prefiramos ignorarlo.
En el pasado ha sido casi siempre una víctima, en el presente sigue
sufriendo las consecuencias de los abusos que ha sufrido y del poco interés que
se pone en ayudarles a progresar, pero el futuro está por escribir. Tiene un
margen de mejora enorme y necesita mucho trabajo y mucha colaboración para que
pueda salir adelante y se dejen de producir situaciones intolerables que ahora
mismo se están dando allí.
Supongo que por esto último que me cuenta
decidió entrar en el proyecto y echar una mano a La Khaleesi de Bodouakro, de
ella sólo puede contar cosas buenas porque si ya se lo curra en el informativo,
su trabajo fuera de la tele no deja de ser impecable. Y si encima entre los
proyectos pulula Aidén, según él, nada puede salir mal puesto que se puede
confiar en ella plenamente.
Seguimos nuestra ruta y llegamos a la Garganta
de los infiernos, un lugar espectacular donde es imposible no querer darse un
baño. Y aquí en una roca tomando el sol y charlando con Pablo me quedo pensando
en que: aunque los padrinos hemos aparecido por
casualidad, por diversos motivos, con maneras de ser y pensar muy diferentes no
dejamos de ser ‘buena gente’.
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