En 2005 Cristina se relaciona con Global Humanitaria y tras ver sobre el terreno lo que se hacía en Perú y Sierra Leona acabó poniendo sus miras en esta zona del Planeta. Costa de Marfil llevaba años envuelta en una guerra no reconocida y actualmente vive en una situación de hecho de colonia francesa pseudodemocrática. Con una gran crisis humanitaria, casi un millón de personas han abandonado sus casas y hay muertes continuas, la vida allí es muy difícil para el pueblo llano.
Con este trasfondo, y con el proyecto de ayuda a punto de ser cancelado por falta de fondos, Cristina se lanza a la búsqueda de padrinos, que puedan ayudar a mantener la esperanza. A día de hoy, ya hay una escuela construida con capacidad para 300 niños que anteriormente tenían que hacer diariamente hasta 14 kilómetros para recibir una enseñanza básica. Cristina tiene claro que la única posible solución de futuro pasa por trabajar con los niños, darles educación, ayudarlos a formarse como personas válidas, con derechos y oportunidades.
Para mantener la llama de los proyectos allí harían falta al menos 200 padrinos, que colaboren con 21 € al mes (a nadie nos sobran, pero para ellos supone la vida) y aún estamos por la mitad de esa cifra.