La solidaridad y el compartir la suerte que tienes con personas que no
son tan afortunadas como tú, en especial cuando son niños, es algo que, sin
duda, les beneficia a ellos, pero, no nos engañemos, también y mucho a
nosotros.
Te preguntarás cómo puede ser tan gratificante. Pues voy a intentar
explicarte mis sensaciones, que creo que compartimos todos los que estamos en
este maravilloso proyecto llamado Bodouakro, de Global Humanitaria.
Tres veces al año, aproximadamente, recibo carta de mi niña. Sí, esas
misivas escritas que en los supuestos países desarrollados hemos olvidado por
completo, salvo por las facturas. Ver su escritura irregular y cómo, poco a
poco, va consiguiendo mejorarla; ver cómo avanza y crece en cada una de ellas;
ver cómo mejora su expresión y se va atreviendo a abrirse a ti, contándote
cosas de su vida, de su poblado, de sus costumbres; ver todo ello y saber que,
de alguna forma mínima, estás contribuyendo a que así sea, me llena de
satisfacción y, te digo más, también de felicidad, de una felicidad íntima y
honda.
Cuando llegan a mi buzón de correo electrónico, escaneadas por la
diligente Aidén (un besote y gracias por el trabajazo que haces), estoy
deseando tener un momento libre para abrirlas. Es ver su letra y, de repente,
el esfuerzo cobra sentido, las preocupaciones ceden paso a la alegría,
desconecto del estrés e intento entender las palabras sin el traductor (vienen
en francés), mientras me concentro en las sensaciones que me transmiten.
Además, de vez en cuando, me viene otro regalo con ellas: una foto
suya. Al principio, se mostraba seria y reservada. Era una reacción lógica, la
misma que puede tener cualquier niño, viva donde viva, ante una persona que no
conoce. Ahora, en cambio, muestra su sonrisa, que le ilumina la carita y, de
paso, mi alma. Solo de recordarla, se me humedecen los ojos de la emoción.
Cada vez que recibo carta suya, me entran más y más ganas de
“acercarme” a Costa de Marfil a conocerla. Te dará la sensación de que hablo
como si el país estuviera a la vuelta de la esquina y no costara un congo el
viaje. Sin embargo, según va pasando el tiempo y voy conociéndola más, parece
que las distancias se acortan, que el precio es menor del que pensaba, que los
obstáculos solo están en mi cabeza, que no son reales.
Foto vía Aidén Calvo de Miguel. |
El compartir con otros padrinos estas sensaciones, el conocernos la
mayoría de nosotros en persona, añade un
punto más a una experiencia que, más que gratificante, es de orgullo y de
felicidad. La segunda razón ya la he explicado, la primera viene por cómo tu
niña va creciendo fuerte y sana, superándose cada día, y porque, en cierta
medida, tú estás contribuyendo a que así sea.
Por todo ello, te invito a unirte a nosotros, a ser feliz y a sentir el
mismo orgullo. ¿Te doy la bienvenida a Bodouakro? Gracias.
Gracias mil por compartir tus sensaciones con nosotros! Gran post María, lleno de sentimiento. brazos y besos a cienes.
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