¿Sabes de esas veces que quieres tanto que se acerque una determinada fecha que parece que los días se hacen muy largos?
¿Conoces la sensación de que, cuando llega, se te pasan las horas como si fueran minutos, de que te faltan sentidos para abarcar las emociones que te asaltan con cada abrazo, con cada mirada, con cada risa, con cada “cuánto tiempo”, con cada “cómo estás”, con cada “cuántas ganas de verte”?
Después de más de un año sin que la pandemia nos permitiera reunirnos, el día 13 de noviembre conseguimos, por fin, celebrar por todo lo alto una nueva comida de padrinos, madrinas, amigos y amigas de Bodouakro.
Y si cada evento que hacemos se convierte en algo especial, porque nuestros niños y niñas lo merecen, este, en concreto, tuvo un sabor más dulce, un olor más refrescante, un tacto más suave, unas miradas más cómplices y el sonido de las voces de las personas a las que echas de menos porque se han convertido en algo más que compañeros solidarios: en una familia peculiar pero unida en un objetivo común.
Esa meta es conseguir darles a los niños y niñas de Bodouakro la educación que merecen.
Así que ahí estábamos, en “El Rincón del Vago”, en la plaza del Dr. Laguna, 1, de Madrid, donde Víctor y Johnny nos hicieron sentir como en casa. Degustamos unas estupendas patatas “El Rincón”, una ensalada de tomate y melva deliciosa, unas croquetas de las que no quedaron ni las migas y luego, a elegir, un rico entrecot de ternera o un bacalao con mayonesa de quinche para chuparse los dedos.
Además, para rematar, dos tartas cumplieron la función de celebrar el cumpleaños de uno de nuestros padrinos (¡felicidades, Raúl!). Creo que el pobre todavía tiene pesadillas con la canción, de las veces que desafinamos interpretándola.
Aunque he de reconocer que el karaoke que vino después, junto con las copas, terminó de destrozar los oídos de cualquiera que nos escuchase. Pero, qué más daba, estábamos felices y había que celebrar el reencuentro por todo lo alto.Como también somos padrinos y madrinas comprometidos, dos de ellas nos sorprendieron llevando pulseras, pendientes y gorros de lana que hicieron a mano para vender y aumentar así la recaudación que iría a parar a nuestros peques de Costa de Marfil. Muchas gracias, Azucena y Helena, por esa maravillosa aportación: precioso todo.
Salimos del restaurante felices por el reencuentro y deseando que llegue la próxima comida de padrinos y madrinas: ¡qué ganas!
Espero que los ausentes, a los que echamos mucho de menos, puedan asistir y que tú, sí tú, también te apuntes. Tienes asegurados el buen ambiente, las risas y, por supuesto, el orgullo de saber que aportas tu granito de arena para que los niños y niñas de Bodouakro puedan acceder a la educación que, sin duda, se merecen.
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María Rubio